domingo, 14 de noviembre de 2010

ROSARIO DE EMOCIONES (Crónica del espectáculo "Del Primer Paso" de Rosario Toledo en la Sala Central Lechera de Cádiz)


La bailaora Rosario Toledo presentaba su espectáculo "Del primer paso" en la Sala Central Lechera de Cádiz envuelta en una enorme expectación, no sólo por la propia que levanta la joven artista, sino por el acompañamiento de lujo que sostuvo con encomiable maestría el peso específico del espectáculo en lo que a musicalidad se refiere.
No es cuestión baladí, no. Anoche quedó suficientemente demostrado que el éxito o fracaso de una "orquesta" o "cuerpo de músicos" de una compañía de baile no depende de la cantidad y variedad de sus miembros, sino más bien de la calidad de los mismos.
Y es que David Palomar al cante, y Dani de Morón al toque se bastaron y sobraron para llevar en volandas a Rosario Toledo a lo largo de más de una hora de espectáculo.
Tan sólo tres personas en el escenario. Sólo tres...para qué más. Flotaba en el aire el recuerdo de los primeros espectáculos de baile, donde no era necesario una percusión, ni instrumentos exóticos, para cautivar al respetable y plasmar la escencia del flamenco a través del baile.

Rosario se planta en escena con vestimenta de bailarina...a lo largo de una primera parte cargada de simbolismo, surrealismo y onirismo, la bailaora se atreve con una apuesta nada convencional, arriesgada, valiente pero no descabellada. En ocasiones roza el histrionismo, pero Rosario sabe jugar los tiempos y guiña al público con numerosos lances cómicos que relajan el ambiente y nos recuerdan que no todo en el flamenco debe ser sobrio, estirado, compuesto y recompuesto...es un sofrito que a veces sienta mal, y sobre todo resulta manido, y recurrente.
Al contrario, Rosario nos presenta una propuesta escénica fresca, atrevida, y sobre todo original.
En una primera parte de unos veinte minutos, Rosario comienza un viaje por el ballet clásico, la danza clásica española, las músicas y cantes regionales, y termina asomándose fugazmente al flamenco de la mano de la desgarrada voz de Palomar y los trémolos infinitos de Dani de Morón.
Todo a través de una protagonista que va "descubriendo" poco a poco los distintos matices que existen en el baile...un tutú...unas castañuelas...unos zapatos de baile que bajan del cielo...una mantilla que se posa en los hombros....la protagonista disfruta de todos y cada uno de sus descubrimientos y parece ir abandonando encorsetamientos y prejuicios a medida que avanza la obra.
Si la primera parte "clásica" es más que sugerente y no apta para paladares puristas, la segunda parte "flamenca" es para enmarcar.
Rosario no teme al miura...con traje corto se introduce en los complicados y oscuros senderos de la seguiriya con decisión, limpieza, finura, sin aspavientos, dosificando el taconeo y dejando que el vertiginoso movimiento de brazos y manos se conviertan en el hilo argumental de su magnífica interpretación. David Palomar se muestra maestro en estas lides, sosegado, administrando con eficiencia y flamencura la desboradante emoción que brota de su garganta.
No contenta con este primer puñetazo sobre la mesa en forma de seguiriya, Rosario se viste de negro para acometer una soleá señora. El espectáculo va de menos a más, y mientras Palomar desglosa el cante por Alcalá con enjundia, Rosario se estremece y nos estremece con una ejecución fantástica, sobrada, apasionada y apasionante.
David Palomar y Dani de Morón se quedan en escena mientras la bailaora la abandona, y nos regalan una Malagueña sencillamente memorable.
Para empezar, Malagueña de Fosforito el Viejo..."Desde que te conocí/mi corazón llora sangre/ yo me quisiera morir/porque mi pena es muy grande/y así no puedo vivir". Vítores al cantaor y al toque de Dani, dulce e hiriente. Segunda Malagueña, como no...de Mellizo. Muy personal, pero con mucho gusto y regusto a Chano Lobato y Pericón de Cádiz.
Ovación del respetable que ya a esas alturas ha caído rendido a la voz y a la cuerda.
Rosario Toledo a escena, con traje blanco...bata de cola y flor sobre la cabeza. Estampa flamenquísima que arranca oles antes incluso de empezar el baile. Es el turno de las Alegrías.
La bailaora nos deja otra curiosa lección para el recuerdo: no recurre a los taconeos eternos y sin sentido. Taconea lo preciso y lo estrictamente imprescindible. Sin embargo baila las alegrías con los gestos, con las manos, con la sonrisa, con la mirada, con la cola de su inmaculado traje, jugueteando de forma pícara e inocente sin dejarse llevar por el frenesí del tacón. Baile elegante, pulcro, fino, con estilo....final por bulerías de Cádiz, con Palomar y Dani de Morón de pie junto a Rosario Toledo, poniendo broche de oro a una segunda parte magistral en baile, cante y toque.
Público en pie y ovación de despedida a los tres (repito...¡¡tres!!) artistas que demostraron el lugar del escalafón flamenco que en la actualidad disfrutan.
En resumen, un espectáculo vivaz, que huye de la ortodoxia en la primera parte, pero que nos sumerge hasta las profundidades del flamenco más puro en una segunda parte vibrante. A veces, innecesariamente cercana a la sobreactuación, pero a la vez muy personal y emotiva, que no deja indiferente a nadie, para bien o para mal (aunque anoche sobresalió para bien). Una montaña rusa de emociones que confirmó que Rosario Toledo hace tiempo que dejó de ser un proyecto para convertirse en una realidad...una realidad con una extraordinaria dosis de creatividad en sus coreografías y en su puesta en escena.
Enhorabuena Rosario.

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