sábado, 23 de octubre de 2010

RENDIDOS A SUS PIES (Crónica de la actuación de Eva la Yerbabuena en el Gran Teatro Falla de Cádiz)


"Lluvia".
Así anunciaba el cartel del Festival Iberoamericano de Teatro la actuación de Eva la Yerbabuena, y así anunciaba la noche en los aledaños del Gran Teatro Falla de Cádiz, donde 45 minutos antes de la apertura de las puertas, ya se arremolinaban más de un centenar de personas que miraban desconfiados al cielo, esperando que la espera fuera corta y mereciera la pena.
Y vaya si la mereció.
Eva la Yerbabuena abandonó las tablas de un coliseo rendido por completo a su arte, a su despliegue de facultades durante más de una hora en una obra ("Lluvia") que conmovió sin duda al respetable que a fuertes batientes de palmas a compás, acompañados de pisotones en el siempre crítico Paraíso, despidió a un elenco artístico sublime en la completa extensión de la palabra.
La apuesta de la Yerbabuena en este espectáculo es inquietante pero sincera, y al igual que su baile es elegante y honesta. A pesar de ofrecer un comienzo lúgubre, oscuro, melancólico, en los límites de la locura y la depresión, la sola presencia de Eva ilumina el escenario y ofrece al público un hálito de esperanza en ese ambiente claustrofóbico que nos dejan las tinieblas y las sombras.
En el foro, como único decorado durante la obra, la fachada de una casa antigua y un gran portal de enormes puertas de madera en cuatro partes, una alegoría de una transformación que parece experimentar la protagonista bajo los acordes del flamenco más puro, y los guiños a otras corrientes musicales, breves pero a la vez necesarias para el devenir de la obra.
Hay muchos que critican ese guiño a la danza clásica que introduce Eva en todas sus composiciones. Yo creo que forma parte de su personalidad, y nadie como ella es capaz de fusionar con tanta maestría ambas disciplinas. Es más, en mi humilde opinión, el mundillo del flamenco debería sentirse orgulloso de que una de sus máximas representantes de baile, sea también figura en la danza clásica allá adonde va.
Eva surge en escena vestida de blanco, destacando entre la oscuridad del teatro y emergiendo desde el mismo patio de butacas. y comienza así una obra cargada de simbolismo, no sólo en cuanto a la atmósfera creada, sino en el baile y el cante.
Enrique el Extremeño, comienza con poderío la Murciana..."Échese usted al vaciaero...", aires de levante, de taranto, de levantica, bailados con soltura y como es habitual en Eva, con un hermoso braceo.
El hilo argumental continúa con un Paco Jarana cuyos trémolos de guitarra desgarran el alma, pero apaciguan el espíritu. Manuel la Luz no le acompaña, le secunda y lo amplifica en una tarea encomiable de musicalidad.
Los tanguillos de Cádiz desatan las primeras palmas cómplices en el respetable, la oscuridad se vuelve luz, y los colores negros y grises, se vuelven pastel, y dorados. Complicidad entre cantaores y cuerpo de baile que en más de una ocasión provocan la risa con su interpretación en escena (cosa que se agradece, tras los primeros momentos de ahogo y tristeza). Un cuerpo de baile excelso en las composiciones coreográficas, destacando especialmente un Eduardo Guerrero que se vació en su tierra. Eva se muestra ligera y etérea en los tanguillos y en las cantiñas, flota en escena con gracia pero a la vez con genio y raza.
La soléa es impecable. Uno quisiera volverse insecto para tener seis ojos, y no perder detalle en sus brazos, sus pies y su expresión corporal, un todo que lo es todo, y más si hablamos de la Yerbabuena, que lleva al límite el dramatismo de este cante base.
El Falla cae rendido a sus pies mientas una luz la ilumina sólo a ella tras una ejecución memorable que se ganó un aplauso que parecía eterno, interminable...
Después los tres cantaores se echan alante para cantar a Eva...primero Pepe de Pura..."sin firmar un documento, ni mediar un previo aviso...", ese bolero que hicieran famoso Antonio Machín y Sara Montiel, se vuelve flamenco y vuelve a desgarrar el alma mientras Eva se entrega por completo...gran aplauso.
Aquí no acaba todo....Jeromo Segura...¡que voz!...entona "se nos rompió el amor" de la inolvidable Rocío Jurado a compás de bulería lenta, sosegada....para paladear. Y Eva se vuelve Reina con un rojo mantón en sus hombros, y todos sentimos que "se nos rompió el amor de tanto usarlo", y el corazón se nos encoje en un puño viendo como Eva y Jeromo, Jeromo y Eva son uno. El Falla se estremece y parece llorar para romper en una ovación que comienza contenida pero termina con vítores, jaleos y piropos a la granadina.
Poco después, Eva vuelve a aparecer como en la primera escena, vestida de blanco y desaparece por el patio de butacas, con el trémolo de Paco Jarana de fondo, y con el respetable en pie volcados con su arte, acompañándola hasta la misma bocana de salida del teatro.
Un respetable que cayó rendido a los pies de la Yerbabuena, de nuevo, en una noche memorable donde la bailaora granadina volvió a sentar cátedra y a demostrar que, hoy por hoy, es difícil encontrar a alguien capaz de provocar esa extraña mezcla de sentimientos con solo aparecer en escena como lo que es, una auténtica Señora del baile.

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